De dietas, mitos y otros demonios
Keto, mediterránea, ayuno o paleo, ¿qué es mejor? ¡Te sorprenderá la Savvya respuesta!
Cada década llega un nuevo ‘enemigo público’ a la mesa. Hacia la posguerra, con la mayor presencia de la industrialización en la cocina y en la alacena mundiales, se declaró la guerra a las grasas. Y ¿cómo no hacerlo? En 1940 abrió el primer McDonald’s, y para 1950, los supermercados y restaurantes estaban llenos de alimentos grasosos, ricos en carbohidratos, saborizantes, conservantes y ultraprocesados. Eran más económicos y accesibles para la clase media norteamericana.
Además, en 1955, el entonces presidente norteamericano Dwight D. Eisenhower padeció un infarto y su médico culpó a su dieta alta en grasas saturadas, olvidando otros factores de riesgo asociados, como su alto consumo de cigarrillo, desatando un duelo a muerte contra los lípidos.
Este análisis dio unas pinceladas básicas sobre el concepto de ‘grasas saludables’ –al notar que en Creta (Italia) en donde la dieta se basaba en frutas, verduras y proteínas y grasas locales como el aceite de oliva, los casos de afecciones al corazón e inclusive sobrepeso eran raros. Así, la dieta mediterránea se volvió un referente mundial en la conversación sobre dietas balanceadas.
El estudio de los Siete Países fue pionero en revelar cómo una dieta alta en carbohidratos ultraprocesados, como el azúcar refinada, podía alterar los niveles de triglicéridos en la sangre. Aunque este dato crucial no recibió mucha atención en su momento, marcó el inicio de una batalla que aún sigue vigente: la guerra contra el azúcar.
A medida que la industria azucarera crecía, buscaba proteger su lugar en el mercado, y lamentablemente, encontró aliados en la ciencia. En 1967, tres especialistas de Harvard —Mark Hegsted, Robert McGand y Fredrick Stare— aceptaron un encargo de John Hickson, un ejecutivo de la industria azucarera. El objetivo era desviar la atención de los efectos negativos del azúcar y enfocarse en las grasas, una estrategia que involucraba manipular datos científicos.
Esto salió a la luz en 2016, cuando investigadores de la Universidad de California encontraron correspondencia entre estos científicos y la industria azucarera. El artículo encargado ignoraba deliberadamente los niveles de triglicéridos —relacionados con el azúcar— y se enfocaba solo en el colesterol, asociándolo con el consumo de grasas. Así, la industria protegió sus ganancias a costa de la salud pública, perpetuando mitos alimentarios que aún persisten hoy.
¿Cuáles son los mitos con respecto a la alimentación?
Ya que conoces sobre el que sería el ‘mito fundacional’ de muchas creencias y miedos en torno a la dieta que, seguramente, condicionan algunas de tus elecciones en la mesa, vale la pena revisar ¿cuán ciertas son? Te contamos a continuación:

1. Una dieta solo es para subir o bajar de peso
¡Falso! Una dieta es una forma consciente de alimentación con un propósito, como explica el doctor Carlos Jaramillo. No se trata solo de subir o bajar de peso, sino de mantener una alimentación consciente y equilibrada.
2. El peso ideal sí existe
¡No existe! Es importante entender que un número no define quién eres, al igual que tus huellas digitales o el tamaño de tus órganos, tu peso es único y no hay un estándar que aplique a todos.
El doctor Carlos Jaramillo lo explica claramente: "Yo mido 1.82 cm y puedo pesar 78, 80 u 88 kilos. Podría pesar más y tener más masa muscular o pesar menos y tener más grasa". Lo importante no es buscar un peso "ideal", sino enfocarte en tener un porcentaje de grasa saludable y aumentar tu masa muscular. Para eso, la cantidad adecuada de proteína juega un papel clave. Si quieres saber qué cantidad necesitas según tu cuerpo y objetivos, usa nuestra calculadora de proteína para ayudarte a encontrar ese punto perfecto que apoya tu bienestar sin centrarte en un número exacto en la balanza.

3. ¡Únete al reto de 21 días! O ¿mejor, no?
¡NO! Aunque tu feed de Instagram te muestre resultados milagrosos en ‘21 días’, antes de seguir esas dietas o productos de moda, pregúntate: ¿qué harás el día 22? ¿volverás a los hábitos que querías cambiar?
El objetivo no es bajar de peso rápido, sino transformar tu salud de manera consciente y sostenible. Esto no se logra en 21 días, sino a lo largo de toda tu vida. No te apresures, las soluciones rápidas no duran. Vive el proceso un día a la vez.
4. El pollo tiene hormonas y por eso no debes consumirlo
¡Mito! Comer pollo no provocará una 'pubertad precoz', ni hará que desarrolles senos (si eres hombre) o una espalda más grande (si eres mujer). La creencia de que los pollos son más grandes debido a las hormonas es errónea.
¿Quieres saber la verdadera razón? "Los pollos son más grandes porque los productores optimizan el aporte de aminoácidos como la leucina e isoleucina para desarrollar sus músculos", explica el doctor Carlos Jaramillo. Si tienes problemas hormonales, es mejor revisar otros factores de tu alimentación antes de culpar al pollo.
¿Cuáles son los mitos que existen sobre cómo perder peso?
Uno de los mitos más difundidos sobre perder peso es que saltarse comidas, especialmente el desayuno, ayuda a adelgazar. Sin embargo, estudios sugieren que saltarse comidas puede desacelerar el metabolismo y aumentar el riesgo de comer en exceso más tarde en el día. Otro mito común es que "hacer dietas rápidas" garantiza resultados permanentes. Si bien puede haber una pérdida inicial de peso, la mayoría de estas dietas son insostenibles y terminan provocando el efecto contrario: recuperar más peso del que se perdió.
También se cree erróneamente que los ejercicios abdominales localizados ayudan a eliminar la grasa en esa área. Sin embargo, la evidencia científica demuestra que no es posible reducir la grasa de manera localizada. La pérdida de grasa ocurre de manera general, y depende más de una combinación de ejercicio cardiovascular y fuerza, junto con una dieta equilibrada.
¿Cómo hacer una alimentación consciente?
La alimentación consciente se trata de tomar decisiones informadas sobre lo que comes, considerando no solo la cantidad, sino también la calidad de los alimentos. En lugar de comer de manera automática o impulsiva, se trata de ser intencional, prestando atención a cómo te sientes antes, durante y después de comer. Escuchar las señales de tu cuerpo, como el hambre o la saciedad, es un aspecto fundamental de esta práctica.
Asimismo, implica estar presente al momento de comer, disfrutando y saboreando los alimentos, sin distracciones. También se trata de valorar el origen de los alimentos, optando por productos frescos y naturales, evitando los ultraprocesados. Esto fomenta un equilibrio en la relación con la comida, promoviendo elecciones que beneficien tanto tu salud como el bienestar general.
¿Cómo debe ser un estilo de vida saludable?
Si tu día a día incluye unUn estilo de vida saludable va más allá de hacer ejercicio y comer bien; es un equilibrio entre lo que haces, cómo te cuidas y lo que sientes. Se trata de incluir alimentos reales, frescos y nutritivos en tu día a día.a dieta de alimentos ultraprocesados, consumo frecuente de alcohol, tabaco, poco descanso, y largas horas frente a pantallas, el riesgo de estas enfermedades aumenta. Sin embargo, al adoptar una rutina de ejercicio combinada con buenos hábitos y una alimentación equilibrada, estarás más cerca de tener una mejor salud:
Además, moverte es parte del trato, no importa si prefieres correr, bailar o simplemente caminar. Lo importante es que disfrutes lo que haces, sin sentirlo como una obligación. Dormir lo suficiente también es fundamental. Cuando duermes bien, tu cuerpo y tu mente se recuperan, lo que te ayuda a enfrentar el día con más energía y buen ánimo.
También es importante darle un respiro a tu mente. Manejar el estrés no significa eliminarlo por completo, pero sí encontrar momentos para relajarte, desconectar y hacer cosas que te hagan sentir bien, ya sea leer, meditar o pasar tiempo con amigos. Y, claro, mantener hábitos saludables como evitar el tabaco o el alcohol en exceso es parte del autocuidado. Al final, vivir saludablemente es encontrar un balance que te haga sentir bien y disfrutar más de la vida.